La vida en la huerta
Os voy a contar los recuerdos que tengo de la vida en la huerta de Sangüesa desde los 12 años hasta los 18 que permanecí en ella. Comenzamos por la primavera. Como el 80% de todos los vecinos se dedicaban al cultivo de hortalizas, ya a principios de abril se recolectaban varios productos entre ellos lechugas, habas, coles, y pocos más. Era necesario recolectar estos productos al amanecer ya que conservaban el rocío mañanero. Para esto, nuestros padres nos levantaban a las cinco o las seis de la mañana y medio dormidos encima de las caballerías, burras unos, caballos otros como era mi caso, nos llevaban a la huerta. El camino era de ensueño, si estabas despierto, pues todos los chopos junto al río, nogales y otros árboles estaban llenos de pájaros piando, cantando y trinando a cientos ; distinguías unos de otros por su canto. Oías como uno trinaba aquí y allá a lo lejos otro le contestaba. La hierba estaba llena de caracoles que habían salido a pacer, las águilas pescadoras veías como pasaban como lo que eran, en cuanto algún pez se acercaba a la superficie y como se lo llevaban entre sus garras y si no había suerte vigilaban el río desde lo alto. Este espectáculo era corriente hasta que llegaban los calores con el cual los pájaricos estaban más silenciosos y la carga de hortalizas en vez de traerse al amanecer se tría a la puesta del sol, pues el rocío duraba minutos antes de evaporarse. Era una gozada a esta hora ver a los vecinos volver a casa, cientos y cientos con sus caballerías cargadas de tomates, pimientos, judías verdes , pochas y otros. Recuerdo que muchos vecinos que no eran del campo salían al puente a refrescarse al anochecer,( no había aire acondicionado como ahora), cosa que a las muchachas que venían de la huerta les daba bastante rabia , pues aunque llevaban sombreros de paja todo el día para no ponerse morenas , al final del tiempo la sangre azul de sus brazos que a pesar del calor los llevaban tapados,desaparecía y delataba su condición de campesinas. Otra de las cosas que cambiaba era el paisaje; en primavera e invierno la vista se extendía por cientos de metros alrededor pues las plantas están a ras del suelo, pero en verano y otoño, las alubias de palo llegan a los dos metros y claro justamente ves el huerto de vecino. En otoño había grupos familiares recolectando las célebres alubias de Sangüesa , y oías , que no las veías, cantar a pleno pulmón las canciones usuales de aquellas épocas. Mi madre recuerdo que decía, esa que canta allá arriba es la fulana y aquellas de allá son las menganas a dúo, a mi que no me gustaba nada pero que nada la huerta, me encantaba oir a aquellas mujeres cantando a cual mejor, naturalmente las que tenían buena voz que eran muchísimas, pues las que no tenían oído estaban mudas naturalmente. También recuerdo que mi padre que era mayoral de Blanco y llevaba contratadas de peonas bastantes mujeres, en cuanto se daba cuenta que comenzaban a murmurar de otras ausentes, les mandaba rezar el Rosario una y otra vez.
Esto duró hasta que llegó la industrialización, durante la cual se erigió la Papelera Navarra para los hombres y los Pañuelos Guash para las mujeres y naturalmente toda la juventud y mediana edad abandonó la huerta y Pastoriza, la huerta, se quedó vacía de sangre joven y con los años de gente mayor y hoy lo que priva son sólo los árboles frutales. La gente joven en su mayoría ha cambiado sábados y domingos la huerta por la excursión montañera.
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