D. Román Oyaga Velaz
Cuando le conocí ya estaba jubilado y fue por una circunstancia casual. Cada año al comenzar el verano se trasladaba a Palma de Mallorca a estar con los familiares de su difunta esposa Dª Joaquina de España Sierra. Eran los años 1950 y los trenes todavía no se habían restablecido de la guerra civil y había que coger los billetes con casi un mes de antelación. Lo mismo sucedía con el barco Ciudad de Palma de la Transmediterránea que hacía el servicio Barcelona a Palma. La hermana de D. Román, la Srta. Trini tenía mucha amistad con mi madre y por lo visto comentaron lo de los billetes y mi madre ni corta ni perezosa le dijo que yo se los podría conseguir mucho antes. Así que ya tienes a D. Román que me escribe pidiéndome el favor y yo claro, usando mis contactos con los que expendían los billetes en el tren y en el barco a conseguirlos sin dilación. Recuerdo que cuando venia a Barcelona se hospedaba en mi casa y siempre me invitaba a comer en el Casino Militar que estaba en la Pza. Cataluña esquina Fontanella. De esta relación nació una amistad y de allí a contarme su vida inicial de militar, un paso.
Me contó que cuando llegó a Palma con su uniforme militar, alto y bien plantado, como buen navarro y con sus entorchados de Estado Mayor, le invitaron a bailar en una casa particular que luego se enteró era de los judíos Chuetas de Mallorca. Bailó una pieza con una joven bastante agraciada y al momento las parejas que formaban el baile, una por una comentaron en voz suficiente , la dote que tenía, la situación económica de su familia y varias circunstancias más. Otra pieza con otra señorita y vuelta a enterarle se su situación económica y así de repitió con las diferentes bailonas. Ya en el Cuartel comentó el suceso con los compañeros de armas y le comentaron que en Palma había una serie de familias descendientes de aquellos judíos conversos de hace más de cuatrocientos años con lo cual ya no fue más con esas amistades. Otra anécdota muy curiosa. Tenía un reloj de oro con cadena también de oro y se le soltó una argolla. Se fue a un joyero le comentó lo que le pasaba y le dijo que no se preocupase que eso era de fácil arreglo. Efectivamente por la tarde fue a la joyería a recoger el reloj y el joyero no le quiso cobrar nada y por mas que insistió no hubo manera. Así que le dio sus mas expresivas gracias pero al llegar a su habitación, él tenia dos clavos en la pared donde colgaba el reloj y diantre, ahora no se podía colgar el reloj de los clavos, faltaban una o dos argollas. Así que se cerró en banda y desde entonces cuidaba sus amistades y sus comerciantes .Esto fue hace muchísimos años, allá a principios del siglo XX. Sigue.
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