GUDARIS PRISIONEROS EN SANGÜESA:
A requerimiento de un lector.
Creo que era el año 1937, segundo año de la guerra, toda la juventud estaba en el frente y creo por el mes de octubre se produjo una inundación del río Aragón “que entró” en Sangüesa y produjo bastantes daños sobre todo en la iglesia del antiguo convento del Carmen que levantó el suelo que era de madera. Para reparar los daños, trajeron un batallón de gudaris vascos prisioneros custodiados por soldados. Comenzaron a trabajar y cuando llegó la hora dieron el “alto el trabajo “y les dieron permiso para ir a las tabernas del pueblo. En una de éstas estaba mi abuelo con sus amigos y al entrar los gudaris les ofrecieron el porrón con vino, como era costumbre con los forasteros. Uno de ellos contestó ¿cómo vamos a beber vino si llevamos cuatro días comiendo latas de sardinas? A mi abuelo le llegó al alma esta afirmación y cogió a los cuatro que estaban y los llevó a su casa en la calle Nueva nº 17. ¡Esperanza “! gritó a mi madre. Mira éstos llevan cuatro días sin comer, hazles un calderete. Mi madre ni corta ni perezosa, bajó a la belena y cogió de la conejera el conejo mas grande que había, el masto, subió, trajo de la despensa medio saco de patatas, preparó el sartén grande de la cuadrilla y ahí ves a los cuatro gudaris pelando patatas con locos. Aquellos sartenes eran enormes para comer diez o doce tigres y claro los gudaris lo llenaron de patatas con conejo. Sin acabar de enfriarse ya se lo querían comer, allí ves a los cuatro mozos con las cucharas de madera, comer y comer calderete hasta que no pudieron más. Lo malo es que al poco rato uno tras otro fueron al vater y devolvieron cuanto habían comido. No es extraño, pues llevarían meses sin darse un atracón como aquel y el estómago no lo aguantó. Cuando mi padre llegó del huerto de Pastoriza, se encontró con el pastel y acto seguido se fue a ver al Comandante y le pidió permiso para que bajo su responsabilidad se quedasen en su casa a dormir El Comandante que debía ser buena persona se lo concedió y ahí tienes durmiendo en la cama de mi hermano, dos y en la mía otros dos. Mi hermano estaba en el frente de Guipúzcoa y yo en el Hospital de Navarra que me iban a cortar una pierna, que gracias a unos médicos alemanes la salvé. Eran camas de hierro de aquellas antiguas más grandes que las de matrimonio de ahora. Estuvieron varios meses trabajando, no se escapó ningún preso, pues allí sabían que ninguna bala les iba a matar y cuando acabaron los trabajos creo que los llevaron a Jaca y después a Cataluña a reparar puentes cuando ésta fue conquistada. Mi hermana Felisa se escribió durante bastante tiempo con dos de ellos, uno sé que se llamaba Peru , otro creo que era seminarista . Había uno que era hijo del Alcalde de Motrico u Ondárroa , no guardo más antecedentes de ellos. Pasados los años, me encontraba yo comiendo en el restaurante Las Pocholas con un médico catalán y vino uno con su esposa a conocerme. Había ido a la pastelería de Aramendia y había comprado una bandeja con no sé cuantas docenas de pasteles y se las llevó a mi madre, en agradecimiento de lo bien que los había tratado. Me acordé del Evangelio. No os quiero decir como me puse yo de pasteles. Mi pobre madre estaba orgullosa de que casi, casi, los había despiojado para cuando se fueron. ¿Cómo? Escaldando en agua hirviendo toda la ropa cuando se cambiaban, pero como no tenían repuesto de pantalones, con que quedasen ahí media docena de piojos a los cuatro días ya estaban repuestos. Eso sí los gudaris de mi casa se pusieron las botas de comer del primer plato por que lo teníamos en abundancia de casa. Los demás gudaris dormían encima de sacos de paja en el suelo en dos o tres locales grandes que había en el pueblo. Un granero, la estación del Irati y otros. Pero la comida era mejor que la del frente. Pasado el tiempo oí en la taberna que entre aquellos gudaris hubo unos cuantos asturianos y cuando bebían más de la cuenta comenzaban a gritar ¡Viva Rusia! y antes de que se les pasara la borrachera ya los habían fusilado. Estaban en Navarra y cada pocos días traían un muerto en el frente de combate. Hubo 57 muertos de Sangüesa en todos los frentes de guerra. Los gudaris vascos cayeron muy bien en el pueblo e incluso uno se casó con una joven de Sangüesa y si no me acuerdo mal emigraron a Venezuela. No puedo dar su nombre.
Las guerras son muy crueles.. Me contaba mi hermano José ya difunto, que estando de centinela una noche en una posición del monte en la zona de Motrico, oyó pasos frente a la trinchera y gritó ¡Alto quien va! Y no oyó más. Al cabo de un rato volvió a oír ruido y a la tercera vez disparó por donde le pareció que venía el ruido. Salieron todos de la trinchera en descubierta y encontraron a un compañero muerto. Había bajado al pueblo, bebió más de la cuenta y al volver de nuevo a la posición se perdió y sin darse cuenta volvió por donde no era. Mi hermano le había pegado un tiro en la frente y era su mejor amigo. Cogió una gran depresión, se pasaba el día llorando y el Capitán le dio un mes de permiso en San Sebastián, pero nunca lo olvidó. Siempre iban juntos codo con codo en los combates.. Mi abuelo por cosas de juventud no podía ver a los carlistas y mi padre en las últimas elecciones por circunstancias había votado al PNV. Por eso estaban amenazados. Esperemos que nunca más se repita.
A requerimiento de un lector.
Creo que era el año 1937, segundo año de la guerra, toda la juventud estaba en el frente y creo por el mes de octubre se produjo una inundación del río Aragón “que entró” en Sangüesa y produjo bastantes daños sobre todo en la iglesia del antiguo convento del Carmen que levantó el suelo que era de madera. Para reparar los daños, trajeron un batallón de gudaris vascos prisioneros custodiados por soldados. Comenzaron a trabajar y cuando llegó la hora dieron el “alto el trabajo “y les dieron permiso para ir a las tabernas del pueblo. En una de éstas estaba mi abuelo con sus amigos y al entrar los gudaris les ofrecieron el porrón con vino, como era costumbre con los forasteros. Uno de ellos contestó ¿cómo vamos a beber vino si llevamos cuatro días comiendo latas de sardinas? A mi abuelo le llegó al alma esta afirmación y cogió a los cuatro que estaban y los llevó a su casa en la calle Nueva nº 17. ¡Esperanza “! gritó a mi madre. Mira éstos llevan cuatro días sin comer, hazles un calderete. Mi madre ni corta ni perezosa, bajó a la belena y cogió de la conejera el conejo mas grande que había, el masto, subió, trajo de la despensa medio saco de patatas, preparó el sartén grande de la cuadrilla y ahí ves a los cuatro gudaris pelando patatas con locos. Aquellos sartenes eran enormes para comer diez o doce tigres y claro los gudaris lo llenaron de patatas con conejo. Sin acabar de enfriarse ya se lo querían comer, allí ves a los cuatro mozos con las cucharas de madera, comer y comer calderete hasta que no pudieron más. Lo malo es que al poco rato uno tras otro fueron al vater y devolvieron cuanto habían comido. No es extraño, pues llevarían meses sin darse un atracón como aquel y el estómago no lo aguantó. Cuando mi padre llegó del huerto de Pastoriza, se encontró con el pastel y acto seguido se fue a ver al Comandante y le pidió permiso para que bajo su responsabilidad se quedasen en su casa a dormir El Comandante que debía ser buena persona se lo concedió y ahí tienes durmiendo en la cama de mi hermano, dos y en la mía otros dos. Mi hermano estaba en el frente de Guipúzcoa y yo en el Hospital de Navarra que me iban a cortar una pierna, que gracias a unos médicos alemanes la salvé. Eran camas de hierro de aquellas antiguas más grandes que las de matrimonio de ahora. Estuvieron varios meses trabajando, no se escapó ningún preso, pues allí sabían que ninguna bala les iba a matar y cuando acabaron los trabajos creo que los llevaron a Jaca y después a Cataluña a reparar puentes cuando ésta fue conquistada. Mi hermana Felisa se escribió durante bastante tiempo con dos de ellos, uno sé que se llamaba Peru , otro creo que era seminarista . Había uno que era hijo del Alcalde de Motrico u Ondárroa , no guardo más antecedentes de ellos. Pasados los años, me encontraba yo comiendo en el restaurante Las Pocholas con un médico catalán y vino uno con su esposa a conocerme. Había ido a la pastelería de Aramendia y había comprado una bandeja con no sé cuantas docenas de pasteles y se las llevó a mi madre, en agradecimiento de lo bien que los había tratado. Me acordé del Evangelio. No os quiero decir como me puse yo de pasteles. Mi pobre madre estaba orgullosa de que casi, casi, los había despiojado para cuando se fueron. ¿Cómo? Escaldando en agua hirviendo toda la ropa cuando se cambiaban, pero como no tenían repuesto de pantalones, con que quedasen ahí media docena de piojos a los cuatro días ya estaban repuestos. Eso sí los gudaris de mi casa se pusieron las botas de comer del primer plato por que lo teníamos en abundancia de casa. Los demás gudaris dormían encima de sacos de paja en el suelo en dos o tres locales grandes que había en el pueblo. Un granero, la estación del Irati y otros. Pero la comida era mejor que la del frente. Pasado el tiempo oí en la taberna que entre aquellos gudaris hubo unos cuantos asturianos y cuando bebían más de la cuenta comenzaban a gritar ¡Viva Rusia! y antes de que se les pasara la borrachera ya los habían fusilado. Estaban en Navarra y cada pocos días traían un muerto en el frente de combate. Hubo 57 muertos de Sangüesa en todos los frentes de guerra. Los gudaris vascos cayeron muy bien en el pueblo e incluso uno se casó con una joven de Sangüesa y si no me acuerdo mal emigraron a Venezuela. No puedo dar su nombre.
Las guerras son muy crueles.. Me contaba mi hermano José ya difunto, que estando de centinela una noche en una posición del monte en la zona de Motrico, oyó pasos frente a la trinchera y gritó ¡Alto quien va! Y no oyó más. Al cabo de un rato volvió a oír ruido y a la tercera vez disparó por donde le pareció que venía el ruido. Salieron todos de la trinchera en descubierta y encontraron a un compañero muerto. Había bajado al pueblo, bebió más de la cuenta y al volver de nuevo a la posición se perdió y sin darse cuenta volvió por donde no era. Mi hermano le había pegado un tiro en la frente y era su mejor amigo. Cogió una gran depresión, se pasaba el día llorando y el Capitán le dio un mes de permiso en San Sebastián, pero nunca lo olvidó. Siempre iban juntos codo con codo en los combates.. Mi abuelo por cosas de juventud no podía ver a los carlistas y mi padre en las últimas elecciones por circunstancias había votado al PNV. Por eso estaban amenazados. Esperemos que nunca más se repita.