Vivencias personales.
Coñac CARABELA.
Para mi fue una situación jocosa pero a los protagonistas algún mes de calabozo les caería. La Promoción de nuestro Director de la Escuela celebraba las Bodas de Plata para lo cual se trasladaron a la Academia de Ingenieros Militares que estaba en Guadalajara. Los trasladamos desde Madrid en un autobús de la Escuela en el cual yo iba de conductor auxiliar. Después de la comida , a la hora del café nuestro Director les dijo que había traído unas botellas de coñac Carabela que era en aquellos tiempos el de mejor calidad. Pero los soldados de la cocina pensaron que los comensales no se iban a enterar con el vino que habían bebido y con una jeringuilla pinchando en el corcho con paciencia sacaron todo el coñac bueno y lo sustituyeron por otro de pésima calidad. Pobres soldados alguno llevaba ocho y nueve años de mili y se reían del lucero del alba.
Pero los Jefes militares también sabían distinguir un coñac bueno de uno malo y allí comenzó la guasa y las risas. Todos lo tomaron a broma menos nuestro Director, que enseguida mandó a un Suboficial a indagar qué había sucedido y al llegar éste a la cocina de la Academia se encontró a todos los coicineros borrachos por el suelo y menos mal que alguno todavía podía hablar y contó todo lo sucedido y como fue.
Yo no supe el desenlace, pero más de uno iría a prisiones militares en aquellos momentos tan rígidos.
Coñac CARABELA.
Para mi fue una situación jocosa pero a los protagonistas algún mes de calabozo les caería. La Promoción de nuestro Director de la Escuela celebraba las Bodas de Plata para lo cual se trasladaron a la Academia de Ingenieros Militares que estaba en Guadalajara. Los trasladamos desde Madrid en un autobús de la Escuela en el cual yo iba de conductor auxiliar. Después de la comida , a la hora del café nuestro Director les dijo que había traído unas botellas de coñac Carabela que era en aquellos tiempos el de mejor calidad. Pero los soldados de la cocina pensaron que los comensales no se iban a enterar con el vino que habían bebido y con una jeringuilla pinchando en el corcho con paciencia sacaron todo el coñac bueno y lo sustituyeron por otro de pésima calidad. Pobres soldados alguno llevaba ocho y nueve años de mili y se reían del lucero del alba.
Pero los Jefes militares también sabían distinguir un coñac bueno de uno malo y allí comenzó la guasa y las risas. Todos lo tomaron a broma menos nuestro Director, que enseguida mandó a un Suboficial a indagar qué había sucedido y al llegar éste a la cocina de la Academia se encontró a todos los coicineros borrachos por el suelo y menos mal que alguno todavía podía hablar y contó todo lo sucedido y como fue.
Yo no supe el desenlace, pero más de uno iría a prisiones militares en aquellos momentos tan rígidos.
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