HACIENDO
MEMORIA (V)
Los jornaleros se juntaban
todos en el cruce de la calle Mayor con la de Santiago al amanecer, así cuando
salían de misa del Rosario todo el que necesitaba contratar peones lo hacía
allí y enseguida estaban dispuestos para ir a trabajar donde se les necesitaba.
Había casas pudientes que tenían peones fijos o de temporada, que se
solían contratar en Septiembre el día de
San Miguel desde tiempo inmemorial.
Con los años se fue
extendiendo el cultivo de las hortalizas a las zonas de Cantolagua y Ribalagua
siendo preferidas a las de Pastoriza por su cercanía. Otro producto que tenía
mucha importancia en primavera era la
cría de planta de tomate, lechuga, escarola, pimientos, cebollino y otros, que
tenían su mercado en los pueblos vecinos donde no existía huerta pero compraban
los necesarios para cultivar para su
consumo familiar. Se criaba bastante remolacha azucarera que por medio del
ferrocarril de El Irati se mandaba a las azucareras. Esto comportaba que en
invierno se contratasen muchos peones para su limpieza y venía muy bien pues en
esa época no había actividad en las huertas.
De industrias funcionaba la Industrial Sangüesina
que se dedicaba al trabajo de la madera, hacer tablas y tablones de los
troncos que del Pirineo traían los
camiones o las almadías y dos harineras. El transporte de viajeros se hacía en
autobuses, la Veloz
que hacía el servicio con Pamplona, Sos, Cáseda y Tafalla y la Roncalesa que unía
Pamplona y Roncal y todos los pueblos del itinerario. En invierno se aprovechaba
el tiempo para la limpieza de los montes cercanos y la leña que se sacaba era
para guisar y calentar todo el año. Se hacían particiones llamadas “suertes”
que luego se adjudicaban al que lo
solicitaba por sorteo y de ahí se cortaban
los pies sobrantes de los árboles y coscojos pero nunca los troncos,
para eso vigilaba el guarda que por el ruido que hacían las hachas sabía la
clase de leña que se cortaba.
También el Ayuntamientos sorteaba
entre los solicitantes unos trozos de tierra blanca que se llamaban parcelas y
otros que se transmitían de padres a hijos que se llamaban escalios de algo
menos de una hectárea.
Repito se vivía del cultivo
intensivo de la huerta y todo el
año consumíamos los productos del tiempo, sobre todo hortalizas, fruta
y el vino, y el excedente era vendido en
la montaña de Navarra y Aragón, Jaca y Pamplona. La vida era alegre, se cantaba mucho en la calle, en
las tabernas y se jugaba en el frontón a
la pelota. De cuando en cuando había riñas entre los jóvenes, pues se bebía
mucho vino, era barato y se hacían grandes merendolas sobre todo en las fiestas
patronales que eran muy divertidas, se dormía poco, dos o tres horas cada día y la gente joven generalmente en el
pajar, para madrugar sin pereza e ir al encierro, que era muy temprano.
Desde niños se iban formando cuadrillas,
generalmente por coincidir en el temperamento y muchas de éstas perduraban toda
la vida. Unas más numerosas y bulliciosas que otras y siempre había una o dos
que tenían su propia charanga, toda vez que en Sangüesa siempre ha habido mucha
afición a la música y los directores de la banda municipal se cuidaban de
formar muchos y buenos músicos. Recuerdo la cuadrilla de la Ochava , la del Batajo, la
de la Estrella ,
la de la Bota y
otras.
En el año 1931 se constituyó
en España la Republica
y recuerdo una gran manifestación de los obreros del canal, con gran disgusto
del pueblo que en general era de derechas y la mitad del partido Carlista.
Enseguida quitaron los crucifijos de las escuelas, y en contestación, a todos
los niños, nuestras madres o abuelas nos pusieron un crucifijo cosido en la
solapa de la chaqueta o del jersey y antes de entrar en la escuela que estaba
en la plaza de toros antigua, hacíamos una visita al Cristo de San Salvador y
rezábamos un Padrenuestro.
En aquellos tiempos se estaba
construyendo el Canal de las Bardenas y el túnel de Javier y había en Sangüesa
varios cientos de obreros de todas las partes de España, la mayor parte a
pupilo o patrona en casas particulares y
otros agrupados en pisos ellos solos. En toda España eran momentos de mucha
inquietud social, tanto laboral como económica y eso se traducía en Sangüesa en
malos humores. Los obreros, pobres, tenían que ir a trabajar andando 6 kilómetros o más,
trabajar 8 horas y volver andando otra vez. En cuanto podían se compraban una
bicicleta pero como los caminos que ellos transitaban no estaban asfaltados, no ganaban para las
cubiertas de las ruedas. ( Continuará)
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