HACIENDO MEMORIA ( V)
Los jornaleros se juntaban todos en el cruce de la calle Mayor con la de Santiago al amanecer, así cuando salían de misa del Rosario todos los que necesitaban contratar peones lo hacían alli y estos una vez que ya sabían para quien iban a trabajar , rápidamente iban a sus casas , cojian la alforja con la comida y la herramienta , generalmente un azadón ancho y se dirigían a la heredad donde iban a pasar el día trabajando. Había casas pudientes que tenían peones fijos o por temporada, que se solían contratar en Septiembre el día de San Miguel desde tiempo inmemorial. Mi padre era mayoral de una gran finca en Entrambasaguas propiedad de D. Agustín Blanco.
Con los años de fue extendiendo el cultivo de las hortalizas a las zonas de Cantolagua y Ribalagua siendo preferidas a las de Pastoriza por su cercanía. Un producto que tenia mucha importancia en primavera era la cría de planta de tomate , lechuga, escarola, pimientos, cebollino y otros, que tenían su mercado en los pueblos vecinos donde no existía huerta , pero compraban lo necesario para cultivar para el consumo familiar .Se criaba bastante remolacha azucarera que por medio de el ferrocarril del Irati, se mandaba a las azucareras del Ebro. Esto comportaba que en invierno se contrataban muchos peones para su limpieza y venia muy bien pues en esa época no había actividad en las huertas.
De industrias solo funcionaba la Industrial Sangüesina que se dedicaba al trabajo de la madera, hacer tablas y tablones de los troncos que del Pirineo traían los camiones o las almadías y dos harineras. El transporte de viajeros se hacía en autobuses, la Veloz que hacia el servicio con Pamplona , Sos, Cáseda y Tafalla y la Roncalesa que unía Pamplona y Roncal y todos los pueblos del itinerario. En invierno se aprovechaba el tiempo para la limpieza de los montes cercanos y la leña que se sacaba era para guisar y calentar todo el año. Se hacían particiones en el monte llamadas "suertes" que luego se adjudicaba entre los que lo solicitaban por sorteo y de ahí se cortaban los pies sobrantes de los árboles y los coscojos, pero nunca los troncos ,para eso vigilaba el guarda que por el ruido que hacían las hachas sabia la clase de leña que se cortaba. También el Ayuntamiento sorteaba entre los solicitantes unos trozos de tierra blanca que se llamaban parcelas y adjudicaba otros que se transmitían de padres a hijos que se llamaban escalios de algo menos de una hectárea.
Repito que se vivía del cultivo intensivo de la huerta y todo el año consumíamos los productos del tiempo, sobre todo las hortalizas, fruta y el vino y el excedente era vendido en la Montaña de Navarra y Aragón, Jaca y Pamplona. La vida era alegre, se cantaba mucho en la calle, en las tabernas y se jugaba en el frontón a la pelota. De cuando en cuando había riñas entre los jóvenes , pues se bebía mucho vino, era barato y se hacían grandes merendolas sobre todo en las fiestas patronales que eran muy divertidas, se dormía poco , dos o tres horas cada día y la gente joven generalmente en el pajar para madrugar sin pereza e ir al encierro que era muy temprano. Desde niños se iban formando cuadrillas , generalmente por coincidir en el temperamento y muchas de éstas perduraban toda la vida, unas mas bulliciosas y numerosas que otras y siempre había una o dos que tenían su propia charanga, toda vez que en Sanguesa siempre ha habido mucha afición a la música y los directores de la Banda Municipal se cuidaban de formar muchos y buenos músicos. Recuerdo la cuadrilla de las Ochava, la del Batajo, ls Estrella , la de la Bota y otras.
ACIENDO MEMORIA TAMBIEN
Amigo Nicolás Navallas: Te devuelvo el cumpliJ
.¡ Va por usted./
Voy a contarte los recuerdos de mi niñez y juventud para que se enteren los veinteañeros de ahora.
El primero que me viene a la cabeza es cuando íbamos a la escuela de párvulos con Sor Quintina. Pobre monja, cuantos culetes habrá limpiado al cuidar a más de centenar y medio de crios de 3 a 6 años. Entonces había más que el doble de niños que ahora y nuestras madres cansadas de atendernos en casa, apenas nos podíamos valer nos mandaban con las monjas que estaban en el Carmen. Había una sala grande donde no hacíamos mas que jugar y aprender las letras. El primer pantalón que nos ponía nuestra madre siempre llevaba gatera es decir tenía una abertura por detrás Cuando ya sabíamos pedir caca nos ponían un pantalón de mayor. A los 6 años ya pasábamos a la escuela de mayores con maestros, a mí me toco con don Julio que conociste tú.
Nuestras casas, aunque exteriormente son las mismas que ahora, la distribución interior ha cambiado completamente. Generalmente tenían en la parte de la calle, una gran sala con dos alcobas, una a la derecha y otra a la izquierda y que formaban un pequeño pasillo frente a la puerta de entrada y enfrente siempre un balcón. La sala pocas veces se usaba, más bien en las bodas o entierros. La cocina solía ser grande y hacia las funciones de sala de estar y comedor de diario. Tenían un fogón con una gran campana para los humos. En este fogón se hacia fuego para guisar con leña del monte, sean ramas o troncos y alrededor de este fogón se sentaba la familia en los tiempos que hacia frío. Muchas tenían un banco escaño donde generalmente se sentaba el padre, y tenia una tabla abatible que hacia las veces de mesa para comer dos personas. Las habitaciones eran espaciosas y generalmente tenían camas grandes de hierro donde podían dormir dos personas o tres si eran niños. Los colchones solían ser de lana de primera calidad. Las caballerías estaban en la cuadra en la planta baja, donde se guardaban también los atalajes, herramientas y los productos que se traían del huerto. Como no había teléfono ni radio ni televisión había mas comunicación entre las personas. La gente se acostaba temprano pues se madrugaba mucho.
Los chicos jugábamos al marro, a tu la llevas, al escondite por las bajeras, a las chapas y sobretodo de cuando en cuando se hacía el zaborreo entre los mocés de las dos parroquias, esto es tirarse piedras unos a otros, pero a dar. Había un fuerte (fortín)de cuando la guerra de los carlistas o quizás antes, en los terrenos que hoy ocupan los chalets de la Papelera. Pues bien, el primero que llegaba tomaba posesión de él en nombre de su parroquia y la otra luchaba por conquistarlo. En la parroquia de Santa Maria teníamos dos elementos que no les importaba hacer pila en la escuela y después de comer se iban a carta pillar el fuerte, es decir tomar posesión de él. Uno era Pablico el de Cadenas y el otro Antonio Porrós. Después de la escuela el resto de mocetes íbamos a casa a por la merienda, una tajada de pan y media pastilla de chocolate de Pedro Mayo y corriendo al fuerte. Los gallitos en Santa Maria eran los de Arbea, los del Gordo, Catalán y los de Porros. En Santiago los de Soto, los de Pescador y algún otro, éstos eran los que dirigían el ataque al fuerte. Sólo recuerdo cuando ganábamos los de Santa Maria que les hacíamos refugiarse en su barrio. Al llegar a nuestras casas ya sabías lo que te esperaba, si no te habían pegado ninguna pedrada no se enteraban, pero si aparecías con sangre, encima paliza y al día siguiente al huerto. A los de Navallas que eran varios no les teníamos miedo porque eran más normales que nosotros.
Yo sobre todo era muy travieso, me llamaban Perico los palotes, era el terror de las criadas del Prau y mi madre cuando me pegaba ya sabes donde, no lo hacía con la mano, lo hacía con la zapatilla para no hacerse año. Cuando yo sabía que iba a haber candela, esperaba a mi padre
que viniese del huerto y entraba con él en casa, así cambiaba la paliza de mi madre por un maco del padre. Mi padre jamás me dio una paliza, eso para nosotros era muy serio. Una vez no sé si te acordaras, me arrastró el coche de Perejil de Sos, desde la Magdalena donde estaba el campo del fútbol hasta la esquina de los frailes donde perdí el conocimiento, como si fuese un saco, agarrado a la parrilla, mas de un kilómetro por una carretera sin asfaltar, excuso decirte que medio cuerpo me quedó lleno de gravilla incrustada, eso sí, el médico me la sacó con una pluma de gallina y yodo, pero salvé la vida por esa vez. No fue la única.
Las chicas jugaban al lunes, martes,..., a la soga, al veo veo, a botones, en fin juegos ya olvidados, que no los explico porque no se van a volver a jugar y es que entonces repito no había teléfono en las casas, ni radio ni televisión, y mientras había luz solar se jugaba en la calle y después rápidamente a cenar y dormir pues repito, se madrugaba mucho para ir a misa y a la escuela. Todas las noches que hacia buen tiempo y sobre todo las tardes de los días de fiesta se formaba un paseo de toda la juventud por la calle Mayor unos subían por la derecha y bajaban por el lado izquierdo porque no había dinero para gastar, justamente para invitar a la novia al cine. En éste se mantenía la mayor compostura, con disimulo le cojias a la novia los dedos de la mano y de arrimar las cabezas, nada de nada. Los hombres ya casados iban de una taberna a otra pues siempre había más de una, chiquiteando y cuando la cosa ya se animaba se ponían a cantar en plena calle. También los domingos por la tarde había cine y generalmente se llenaba. En la misa de la mañana en los frailes capuchinos un día a la semana nos daban una asistencia para ir gratis al cine, pero cada semana era distinto día con lo cual todos días ibas a misa hasta que tenias la asistencia y luego a la escuela a las nueve.
Como no había piscinas, íbamos a nadar al río, bien a la presa o a la badina de Ribalagua, depende de lo que sabía nadar cada uno. También a la Onsella , pero no era normal por que había poca corriente, muchos pozos y alguno muy peligroso. Los que se ahogaban casi siempre era por cortes de digestión, pues el agua era muy fría en el Aragón.
Otro entretenimiento sobre todo en primavera y otoño, era ver bajar las almadías en el río, por el portillo de la presa, pobres hombres, pues generalmente y dependía del caudal del río, al que la dirigía se mojaba en un segundo hasta la cintura, pues el primer tramo se hundía en el agua y al volver a elevarse, tenían que remar con todas sus fuerzas, pues la corriente les llevaba hacia la izquierda, donde está la Iglesia. Generalmente solían aparcar las almadías en Ribalagua una al lado de otra y pasaban la noche en Sangüesa, solían ir a la fonda de Mozocoche en la Mediavilla y al día siguiente temprano bajaban la presa y a mojarse se ha dicho. Casi todos acababan con reuma cuando eran mayores. Muchos pasaban por la tarde e iban a parar a Murillo o Carcastillo. Pero lo malo no estaba en Sangüesa, sino en la Foz de Arbayun o por Salvatierra.
También era curioso ver pasar los rebaños que bajaban del Roncal a últimos de Septiembre y que se dirigían a la Bardena , con sus grandes cabrones y sus esquilones, los perros, que además de los del ganado, llevaban unos mastines enormes del Pirineo con unos collares de
clavos muy afilados para defenderlos de los lobos y algún oso que decían había en la alta
Montaña. Todos llevaban un jumento con ropa, paraguas y comida. Llamaba la atención unos espalderos hechos con piel de cabra que llevaban los pastores para protegerse de la lluvia. Cada rebaño se componía de unos cuantos miles de ovejas y alguna cabra. Del Roncal bajaban por la cañada, en la sierra de Leyre por cerca del paso del Oso y por encima del Monasterio, monte abajo, sin dejar la cañada pues los animales iban comiendo mientras andaban, así hasta llegar a Sangüesa, en donde paraban en los corrales del Gordo donde empieza la calle San Francisco Javier y allí dormían, en casa de la Roncala.
La mayor parte de la población vivía de la hortelania, pero había dos fechas en que tenían que atender otras labores, eran la siega de los cereales y su trilla y la vendimia. La siega empezaba por San Juan y la trilla a últimos de julio y Agosto. Los hortelanos como no tenían mas que una caballería hacían la siega a mano, bien solos o en acuerdo con otros vecinos por un sistema que llamaban tornapeón. También venían a segar valencianos, a sueldo naturalmente y eran gente muy preparada, valían casi como dos del pueblo. Me encontré a uno de éstos en Peñiscola, que cada año venia por tierras de Sangüesa y me decía que era una vida durísima durante un par de meses que les duraba la faena. Dormían en el campo, con una gavilla por almohada y con las primeras luces del día empezaban a trabajar hasta el oscurecer y casi siempre bebiendo agua caliente a pesar de los rallos, ( botijos). Eso sí, a mediodía descansaban, pero siempre trabajaban a destajo. Había en Sangüesa tres grupos de eras para trillar, las de Santa María que las regaló el Ayuntamiento después de la inundación al que se la quiso hacer, las de Roquillas debajo del Campo del Pino que tenia en su centro la balsa de Cadenas que se mantenía con agua todo el año y las de Santiago donde se ha construido el barrio de la Magdalena.
La vendimia generalmente también sé hacia a tornapeón pues el mes de octubre es muy inestable, podía llover e interesaba tener las uvas en casa. Colocaban un artilugio en la calle para poder descargar los cuévanos que traían en el baste las caballerías y por la noche los hombres las pisaban con los pies y de allí a la cuba a fermentar. Me estoy refiriendo a los hortelanos, pues los labradores, como tenían grandes superficies de cereal y viña, ya tenían algún medio mecánico para efectuar estas labores. Había muchas bodegas en los sótanos de las casas y varios lagos, donde se producía el vino. Los vinos de menos graduación se consumían en el invierno y en el verano los mejores, pues aguantaban más y aquellos se solían picar (avinagrar). Era común haber tres o más bodegas abiertas al público al mismo tiempo y los que tenían vinos mediocres, procuraban no coincidir con los mejores, pues tenían las cubas abiertas mas tiempo con peligro de picarse el vino. Donde había bodega abierta, colocaban en el balcón un palo con una cuerda que sostenía un pendón, que era un trozo de papel doblado.
Sangüesa estaba muy bien surtida de comercios, había de todo lo que generalmente era de uso, telas, ultramarinos, zapatos, abarcas, farmacias, etc. y como también abastecía a los pueblos cercanos, sobre todo a los aragoneses de la Val de la Onsella estaba siempre muy animado el pueblo. Los jueves había mercado de cerdos, gorrines y pollos, de todos estos pueblos venían a vender y lo que sacaban se lo llevaban en género. Los aragoneses venían a
comprar vino y el garapitero, empleado del ayuntamiento para evitar fraudes, que era el que medía el vino por cántaros, les acompañaba a las bodegas, que había muchas, donde probando en una y en otra, al fin con la cabeza caliente todos les sabían igual y compraban el más barato. En mitad de la calle Mayor estaba la Plaza o sea el mercado de frutas y verduras, los puestos de vender se subastaban, los mas caros los primeros, junto a la puerta y nuestras
madres y abuelas, allí se pasaban media vida, vendiendo hortalizas del huerto y dándole al palique. En invierno se ponían una rejilla con brasas para tener calientes los pies, pues las puertas de la plaza eran enormes y siempre estaban abiertas Al final del mercado había un
Cobertizo donde los de Lumbier vendían sus pucheros y ollas de barro cocido y los de Bigüezal cucharas y tenedores de madera.
Como la base de la economía de Sangüesa eran la huerta para casi todos y el campo de labranza para unos pocos, nuestros padres vigilaban las avenidas del río Aragón, pues no existía aún el pantano y las riadas eran frecuentes y solían invadir los huertos de Pastoriza. Al levantarse mi padre de la cama al amanecer, muchas veces decía, voy a ver el río. Por cierto
también recuerdo que cuando venían grandes crecidas, los animales de carga o tiro que siempre estaban atados a los pesebres en las cuadras en la planta baja, presentían el peligro y con las patas delanteras picaban machaconamente en el suelo y esto era signo inequívoco de inundación. Estas inundaciones arrastraban muchos árboles de los Pirineos y había unos cuantos vecinos que en vez de ir a cortar leña al Montico, a la Sierra de Peña o a Leyre, se ponían en la orilla con una pica muy larga para coger los que podían, exponiéndose muchísimo a ser arrastrados por la corriente, yo los tenía por muy valientes y expuestos, sobre todo el señor Benedé. Recuerdo que el conserje de la finca de Blanco que está en Entrambasaguas el Lechero padre, cuando presentía que iba a haber una gran riada, subía a sus hijos Francisco, Pablo, Elias y Evaristo y a las hijas a unos olmos enormes que había frente a la finca y los ataba en las ramas más altas para que no se cayeran al agua , sobretodo de noche y soltaba a las vacas y a los cerdos en el patio para que se salvasen nadando si podían, Las gallinas volaban a las partes más altas de la finca pero muchas se ahogaban en los corrales por no querer salir afuera.
En Sangüesa se puso el agua corriente en las casas a principios del siglo pasado, sobre todo en las cocinas para guisar y fregar, pero para lavar la ropa mayor, sábanas y mantas se iba al río y a la salida del canal de la central de luz, se ponían unas losas de piedra para allí restregar la ropa que luego tendían en los matorrales y coscojos de las eras hasta que se secaba. Sin embargo en invierno cuando había grandes fríos, se solía helar el agua en las tuberías y al ponerlas en funcionamiento se reventaban y había que repararlas por el estañador y ya se sabía a por agua al río en cántaros. Como no había neveras como ahora, los comestibles, la leche, carne y otros, se guardaba en unos mueblecillos que se llamaban fresqueras, recubiertos de tela metálica muy fina, para que no entrasen moscas ni mosquitos, y éstas se colgaban en las paredes de la calle donde no les daba el sol y el que no podía, lo guardaba en la habitación mas fresca de la casa. También teníamos los rallos o botijos que eran de arcilla, generalmente de Lumbier o de Extremadura que los vendían por la calle. Estos rallos se llenaban de agua del grifo y se ponían en las ventanas en una corriente de aire y el agua se refrescaba mucho. Como la mayor parte de las casas tenían cuadra, y en los campos cercanos había estercoleros, se producía una cantidad enorme de moscas y muchas pulgas. Para combatirlo había unos matamoscas que era una tira de celuloide recubierta de miel y enrollada en un tubito y allí acudían las moscas y se quedaban atrapadas en la miel. Se llamaba la marca Orion y era imprescindible en verano. Si la vida nuestra en comparación con la actual era muy dura, cual no sería la de nuestras abuelas cuando no había agua corriente en las casas? Recuerdo que había muchas cocinas que tenían hechos de ladrillo como un descansillo con unos agujeros donde se colocaban los cántaros y a continuación una tinaja donde nuestras madres ponían las ropas en lejía y les servía de depósito del agua que no se usaba para beber.
Era un espectáculo en el atardecer, ver una inmensa retahíla de hortelanos con sus animales cargados con hortalizas, volver al pueblo. Esta era la vida en aquellas fechas. Ya he dicho que se madrugaba muchísimo sobre todo en primavera y verano, toda vez que las verduras las recolectaban al amanecer cuando tenían en sus hojas el rocío de la noche y estaban más frescas para poderlas llevarlas al mercado, puesto que no existían las cámaras frigoríficas de ahora. Además el grueso de la hortelanía estaba en Pastoriza y la mayor parte de los hortelanos
tenían sus huertos en la zona media que era la más fértil. Esta zona está situada a unos 5 Km . de la ciudad, con lo cual entre ir, coger la carga y volver se necesitaban cuatro horas. De esta manera los muchachos y muchachas tenían que ir, volver con la carga a pié y después a la escuela Los padres se quedaban en los huertos trabajando, eso sí, después de comer hacían la siesta en el suelo con una manta a la sombra de los árboles o en las cabañas.
En las casas de labranza llevaban una vida mas sosegada, no madrugaban tanto pero no hacían siesta pues los animales de tiro no la necesitaban. Antiguamente había muchos bueyes pero últimamente sólo existían dos o tres parejas. Eran más apreciados los machos y mulas para el tiro y las burras y yeguas para la carga, pues los burros en época de celo creaban muchos problemas. Todos los hortelanos tenían algún campo para sembrar cereal y casi todos alguna viña, con lo cual se juntaban unos con otros para así formar juntas para hacer las labores del campo. Las casas de labranza, más fuertes económicamente, casi todas tenían criados y criadas, que provenían de los pueblos vecinos, sobre todo de la val de la Onsella y que generalmente acababan casándose en Sangüesa con personas autóctonas.
Todas las casas excepto las de la calle Mayor tenían sus cuadras en la plana baja, donde además de los animales mayores, criaban cerdos, gallinas y conejos para el consumo familiar. Había muchas bodegas, algún lago y también pozos en bastantes casas. También bastante olivar pero pocos propietarios y había un trujal para extraer el aceite. A las bodegas aunque tuvieran luz eléctrica se bajaba siempre con el candil por delante. Este era un utensilio con una cavidad para el aceite donde se sumergía una trenza de algodón a la que se prendía fuego y mientras había aceite no se apagaba. Esto era para evitar accidentes en caso de que hubiera “vaho” es decir gas mortal.
Los jornaleros se juntaban todos en el cruce de la calle Mayor con la de Santiago al amanecer, así cuando salían de misa del Rosario todo el que necesitaba contratar peones lo hacía allí y enseguida estaban dispuestos para ir a trabajar donde se les necesitaba. Había casas pudientes que tenían peones fijos o de temporada, que se solían contratar en Septiembre el día de San Miguel desde tiempo inmemorial.
Con los años se fue extendiendo el cultivo de las hortalizas a las zonas de Cantolagua y Ribalagua siendo preferidas a las de Pastoriza por su cercanía. Otro producto que tenía mucha importancia en primavera era la cría de planta de tomate, lechuga, escarola, pimientos, cebollino y otros, que tenían su mercado en los pueblos vecinos donde no existía huerta pero compraban los necesarios para cultivar para su consumo familiar. Se criaba bastante remolacha azucarera que por medio del ferrocarril de El Irati se mandaba a las azucareras. Esto comportaba que en invierno se contratasen muchos peones para su limpieza y venía muy bien pues en esa época no había actividad en las huertas.
De industrias funcionaba la Industrial Sangüesina que se dedicaba al trabajo de la madera, hacer tablas y tablones de los troncos que del Pirineo traían los camiones o las almadías y dos harineras. El transporte de viajeros se hacía en autobuses, la Veloz que hacía el servicio con Pamplona, Sos, Cáseda y Tafalla y la Roncalesa que unía Pamplona y Roncal y todos los pueblos del itinerario. En invierno se aprovechaba el tiempo para la limpieza de los montes cercanos y la leña que se sacaba era para guisar y calentar todo el año. Se hacían particiones llamadas “suertes” que luego se adjudicaban al que lo solicitaba por sorteo y de ahí se cortaban los pies sobrantes de los árboles y coscojos pero nunca los troncos, para eso vigilaba el guarda que por el ruido que hacían las hachas sabía la clase de leña que se cortaba. También el Ayuntamientos sorteaba entre los solicitantes unos trozos de tierra blanca que se llamaban parcelas y otros que se transmitían de padres a hijos que se llamaban escalios de algo menos de una hectárea.
Repito se vivía del cultivo intensivo de la huerta y todo el año consumíamos los productos del tiempo, sobre todo hortalizas, fruta y el vino, y el excedente era vendido en la montaña de Navarra y Aragón, Jaca y Pamplona. La vida era alegre, se cantaba mucho en la calle, en las tabernas y se jugaba en el frontón a la pelota. De cuando en cuando había riñas entre los jóvenes, pues se bebía mucho vino, era barato y se hacían grandes merendolas sobre todo en las fiestas patronales que eran muy divertidas, se dormía poco, dos o tres horas cada día y la
gente joven generalmente en el pajar, para madrugar sin pereza e ir al encierro, que era muy temprano. Desde niños se iban formando cuadrillas, generalmente por coincidir en el temperamento y muchas de éstas perduraban toda la vida. Unas más numerosas y bulliciosas que otras y siempre había una o dos que tenían su propia charanga, toda vez que en Sangüesa siempre ha habido mucha afición a la música y los directores de la banda municipal se cuidaban de formar muchos y buenos músicos. Recuerdo la cuadrilla de la Ochava , la del Batajo, la de la Estrella , la de la Bota y otras.
En el año 1931 se constituyó en España la Republica y recuerdo una gran manifestación de los obreros del canal, con gran disgusto del pueblo que en general era de derechas y la mitad del partido Carlista. Enseguida quitaron los crucifijos de las escuelas, y en contestación, a todos los niños, nuestras madres o abuelas nos pusieron un crucifijo cosido en la solapa de la chaqueta o del jersey y antes de entrar en la escuela que estaba en la plaza de toros antigua, hacíamos una visita al Cristo de San Salvador y rezábamos un Padrenuestro.
En aquellos tiempos se estaba construyendo el Canal de las Bardenas y el túnel de Javier y había en Sangüesa varios cientos de obreros de todas las partes de España, la mayor parte a pupilo o patrona en casas particulares y otros agrupados en pisos ellos solos. En toda España eran momentos de mucha inquietud social, tanto laboral como económica y eso se traducía en Sangüesa en malos humores. Los obreros, pobres, tenían que ir a trabajar andando 6 kilómetros o más, trabajar 8 horas y volver andando otra vez. En cuanto podían se compraban una bicicleta pero como los caminos que ellos transitaban no estaban asfaltados, no ganaban
para las cubiertas de las ruedas. Recuerdo que quisieron hacer una huelga general para que los transportasen en camionetas al trabajo, cosa muy natural, pero los vecinos del pueblo no quisieron cooperar porque no era su problema. Una mañana a la salida de la misa del Rosario que se hacia antes de amanecer, un huelguista pequeñito le dijo al Sr. Huarte que era un hombretón que se sumase a la huelga y este lo cogió del pecho y le dijo¡ O te quitas de delante o te pongo de telaraña en el atrio! También recuerdo que hubo un entierro civil de un obrero que falleció de accidente, no pasó por la iglesia y fueron todos los obreros. Los del pueblo a mirar. En cierta ocasión dijeron que iban a asaltar el Colegio de las monjas de la Caridad , donde había mas de un centenar de chicas jóvenes estudiando. Respuesta. Mi padre despachó a los obreros que estaban a pupilo en mi casa, e iba por la tarde a por seis chicas y a la mañana siguiente las devolvía al Colegio y así el resto de los vecinos. A los pocos días se normalizo la situación.
Así se vivió aquellos pocos años, hasta el 18 de julio de 1936 que estalló la guerra. Los mozos, carlistas la mayoría, a una con la guardia civil que se sumó a la sublevación, hicieron huir a tiros a los obreros, que se dirigieron hacia Zaragoza y Cataluña. Por obligación todos tenían que pertenecer a una central sindical, así que todos o eran de la CNT o de la UGT. La huida les
salvó la vida. Los obreros no estaban unidos, eran muy individuales, pues apenas ganaban el suficiente dinero, se iban a otra obra pública, donde fuera. Los mozos del pueblo al contrario estaban desde su niñez agrupados en cuadrillas y estas duraban toda la vida, de ahí su fuerza moral.
El periodo de guerra fue muy triste, pues la juventud entera estaba en los frentes de batalla y hubo un constante chorreo de muertos. Se les hacia un funeral con todos los honores e iba una banda de trompetas de Pelayos ( niños carlistas) entre los cuales ibas tu, Nicolás, y otra de Flechas ( niños falangistas) en la cual desfilaba mi abuelo paterno, que era pequeñito y no podía ver a los carlistas.
Las guerras civiles son muy crueles, pues los violentos las aprovechan para saldar rencillas, deudas y envidias y en Sangüesa no podía ser para menos. Hubo 48 fusilados, una pena.
De mi casa, sacaron al Sr. Honorino que era sereno, muy mayor, que tenia alquilada una habitación y lo fusilaron, nadie sabe porqué, ni a él ni a los demás, ni tampoco quienes fueron sus ejecutores. El Comandante Unzué de casa Colino de Sangüesa, fue fusilado en Barcelona , era de los sublevados contra el Gobierno.
Toda la gente apta estaba en el frente de combate, unos voluntarios, requetes muchos y falangistas pocos y otros de reemplazo. Hubo 58 muertos. Sobretodo por las tardes, se oía el cañoneo, según venía el viento, o del frente de Huesca o del de Vizcaya, la gente mantenía el silencio y rezaba, pues todos tenían un familiar en primera línea de combate.
Por fin se acabó la guerra y cambiaron las circunstancias. Se acabaron las muertes, pero vino el hambre. Franco el ganador, había sido ayudado por los fascistas Hitler y Mussolini, y en la guerra mundial que estalló se puso al lado de éstos, incluso mandó una división al frente de Rusia. Cuando acabó esta guerra, las naciones vencedoras nos impusieron un boicot comercial cuando más falta nos hacia su ayuda.
Media España estaba destrozada, pueblos, puentes, ferrocarriles, carreteras, etc. No había fertilizantes para el campo y además hubo unos años de sequía, total que se impuso un racionamiento severo de alimentos y no digamos de maquinaria y materias primas. Solamente Argentina alivió la situación y nos mando varios barcos con trigo y alimentos. Fueron años muy difíciles, sobre todo en las ciudades pues en el campo ya salvaban el hambre con los productos que cultivaban. Sobre todo los jóvenes las pasamos canutas con el hambre. Recuerdo que muchos íbamos a Navardún y Urriés y de noche, para que no nos viese la Guardia Civil , volvíamos con las anganetas de las burras llenas de pan.
Así pasamos varios años hasta que cambio la situación internacional, se creó la guerra fría y a
los americanos les interesaba la cooperación de España. Entonces todo fue distinto, hubo alimentos suficientes y se inició la industrialización. En Sangüesa se puso en marcha una papelera que daba trabajo a los hombres y una fábrica de pañuelos para las mujeres. Resultado inmediato fue que toda la juventud abandonó la agricultura y se pasó a la industria con lo cual cambió completamente la estructura de la vida en la ciudad. Se construyeron muchas casas de alquiler bajo y la población pasó de ser primordialmente agrícola.
industrial. En aquellos años solamente las familias acomodadas podían dar estudios universitarios a sus hijos, ahora la mayor parte de jóvenes tanto hombres como mujeres los tienen. Y así hasta nuestros días que ya no hace falta explicar la vida en Sangüesa porque es de conocimiento general.
Se me olvidaba decirte una cosa que yo no la he olvidado nunca y es el hambre que pasamos después de la guerra. Recuerdo que al principio debido al bloqueo que nos impusieron los americanos, por lo visto son muy amigos de eso, se puso en marcha el racionamiento y comenzaron por las capitales de provincia. Pues bien ese año de 1940 se casó mi hermano el mayor e invitamos según la costumbre a todos los parientes de aquí y de fuera. De éstos últimos no falló ninguno de Pamplona y San Sebastián sobretodo. Al irse después de la boda mi madre, esplendida ella, les fue dando harina, patatas y alubias cuantas quisieron. Total que nos quedamos sin nada para el invierno, pero esto parecía no ser problema para nosotros en Sangüesa. Sí, sí. Antes de que llegara el racionamiento al pueblo, todos los vecinos habían guardado sus reservas de comida en los sitios más inverosímiles, en las buhardillas, en los pajares, en los huertos, total que nadie tenía nada. Menos mal que los muy amigos y parientes nos salvaron la situación hasta la nueva cosecha. El Ayuntamiento nos dio a cada vecino tantas cartillas de racionamiento con cupones como miembros tenían cada familia, además de colores, una para el pan, otra para aceite o azúcar y así todo. Yo tenía 16 años entonces y mi apetito era enorme, así que las pasé muy mal, con cien gramos de pan para todo el día. Recuerdo que por la mañana mi madre cocía remolacha azucarera y en el caldo echaba cebada tostada en el sartén y esto era el sustituto del café mañanero, sin pan naturalmente. Los pobres jornaleros iban al campo con un pucherico de alubias y una costilla de cerdo y para almorzar y merendar una fruta, pues como no había pan, mal se podía comer otra cosa. En la juventud se cebó la tuberculosis y varios murieron, a pesar de que llevaban una vida sanísima, pero al estar mal alimentados se quedaban sin defensas en el cuerpo. Esto duró varios años.
No sigo porque sería muy largo, pero no se lo deseo a nadie que pase por esa experiencia. Me acuerdo de los palestinos, pobres.
Se me olvidaba hablar de la limpieza cuando éramos niños. Como antes he dicho, se madrugaba mucho para ir a misa antes de ir a la escuela. En mi caso dormíamos dos hermanos en una cama, menos cuando venían familiares o amigos de otros pueblos y venían crios que entonces dormíamos tres. He visto dormir cinco niños en una cama, claro que eran camas grandes de hierro y dormían tres en la cabecera y dos en los pies, todos encogidos naturalmente. Pues bien, nos despertaban con pocos miramientos y la madre nos cogía por el cuello y nos llevaba hasta la fregadera en la cocina, nos ponía una toalla o similar por delante y nos ponía la cabeza debajo del grifo y claro te despabilabas al segundo, menos cuando nos lavaba con jabón y abrías los ojos que te picaban para un cuarto de hora. Después las manos siempre con jabón.
La limpieza corporal, una vez cada quince días o así, nos ponían desnudos dentro de una bañera, por algo se llamaba así, que era un recipiente circular de latón de unos 70 centímetros de diámetro para remojar la ropa grande de la cama y allí nos enjabonaban de arriba abajo y después jarras y jarras de agua en el cogote hasta que se iba el jabón. Generalmente era con agua tibia o caliente según el tiempo. La limpieza de los pies era mas a menudo, pues como siempre jugábamos donde había tierra se ponían muy sucios. Tenían la costumbre cuando había varios hermanos, de bañar a las chicas primero y a los chicos después El pelo nos lo cortaban generalmente al dos con un flequillo delante, pues como abundaban los piojos, era cuestión de no llevar el pelo largo. Siempre recuerdo la típica escena de varias mujeres sentadas en sus sillas en la calle, dándole al palique y era frecuente ver a alguna madre con un crío delante, agachada la cabeza entre sus faldas, y con un peine espeso pasándolo una y otra vez hasta que no quedaba un piojo vivo. Claro que el que pedía que le limpiaran la cabeza era el niño. Porque le picaba. Al peluquero teníamos que ir después de salir de la escuela y antes de que vinieran los hombres del campo, si no los peluqueros te dejaban para otro día. En la calle Mayor había tres peluquerías y recuerdo que tenían un cuadro con chapas que eran monedas de diez céntimos de cobre que cada una tenían grabado un número correlativo. Servían para guardar la vez, los mozos iban paseando por la calle e iban vigilando cuando les tocaba el turno, pues si se les pasaba quedaban para los últimos. Lo mismo hacían los hombres que estaban en la taberna o charlando en la calle.
Las tertulias de las mujeres en la calle eran frecuentes, sentadas en sus sillas o bancos casi siempre en el mismo sitio y en cuanto oscurecía salía cada una a su casa para hacer la cena para los hombres, pues a los que eran jóvenes les gustaba cenar deprisa y salir a dar vueltas a la calla Mayor y los que eran de más edad, también les gustaba cenar pronto para descansar.
Casi cada mes había un triduo o novena al santo que fuera y era motivo para después de salir de la iglesia dar vueltas por la calle y si no, todas las tardes se rezaba el Rosario en la iglesia que tocaba. Cada mañana antes de amanecer se rezaba la misa del Rosario donde acudían casi todos los hombres del campo. Como se ve, se procuraba estar en la vivienda el menos tiempo posible, pues era muy raro los que tenían un aparato de radio y la televisión tardó muchísimos años en aparecer.
En cuanto a la comida, no conozco a nadie que pasara hambre o necesidad de comer. Otra cosa era lo que nos daban de niños. Hay una frase célebre que dice: cuando seas padre comerás huevo. Y es que en casi todas las casas había gallinas y por lo tanto había huevos, pero éstos servían por el método de trueque para comprar aceite, azúcar, chocolate, etc. Era normal que la madre nos mandara con dos docenas de huevos a la tienda donde solía comprar para cambiar por los artículos que antes hemos dicho. Por eso a lo mejor un huevo frito nos lo repartían par dos hermanos, eso sí comías cantidad de pan. Cuantas veces hemos comentado de mayores, la cantidad de mocos que hemos dejado en las dos pastelerías que había, pues mirábamos una y otra vez los pasteles y las coronillas y con envidia veíamos como los mozos invitaban a las mozas a pasteles y moscatel. Como los mozos iban mucho a jornal y éste cada día podía cambiar según el trabajo, nunca entregaban en casa todo lo que ganaban y así aunque poco, el domingo se lo podían gastar. Los niños no teníamos esa suerte. Eso sí cuando nuestros padres y tíos estaban en la calle Mayor con los amigos con mucha discreción nos acercábamos y les pedíamos “ el pre”. Solía ser cinco céntimos de calderilla o a veces, milagro, diez. Cuando llegaban las fiestas, los amigos solíamos dar diez céntimos cada domingo y así nos ayudábamos para poder ir a los toros.
Por costumbre los niños que teníamos parientes en la plaza de toros, nos escondían en los sitios más inverosímiles, para poder ver después la corrida de balde. El que no, tenía que esperar a que matasen los toros y entonces la entrada era gratis para ver las vaquillas. En los huertos la gente hacía la comida con los productos de la temporada, pero cuando iban a los campos a trabajar o a segar, para no perder tiempo en hacerla, los niños se la solían llevar después de salir de la escuela en una cesta. Todos los niños íbamos a la escuela y no conozco ningún caso en que los padres les obligasen a trabajar y abandonarla.
Como estamos HACIENDO MEMORIA ya se nos Irán viniendo más cosas a la cabeza, pero no nos tengáis pena, porque nos reíamos mucho, jugábamos mucho y cantábamos mucho más. Había personajes que siempre estaban con la boca abierta o bebiendo o cantando.
Pedro Belascoain
Julio de 2007-07-13
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