sábado, 26 de abril de 2008

Reconstrucción 1787 (I)


El amanecer de aquel 25 de Septiembre tuvo que ser dantesco. Todas las casas hundidas, todos los 2900 habitantes heridos o muertos, buscando entre los escombros a los supervivientes entre los maderos, las tejas y el barro, todos los animales domésticos y de labor ahogados y las casas que continuaban hundiéndose. El Alcalde Mayor de Sos del Rey Católico, alertado por unos vecinos que se habían refugiado de noche allí, manda a una con el de Sanguesa una carta al Virrey de Pamplona comunicándole lo sucedido. Este dice que la recibe a las seis de la tarde e ipso facto la manda al Presidente de la Diputación que reúne a la Corporación al instante. A las tres de la mañana comunica otra vez al Virrey las medidas tomadas. A su vez el Alcalde de Sanguesa contrata a todas las personas útiles, más de 100 peones, para desescombrar y limpiar las calles principales, darle salida a las aguas y sacar los cadáveres de personas y animales. Como a todos los vecinos les cogió la inundación durmiendo en la cama, salieron a la calle como estaban. Los frailes de los cuatro conventos de hombres que había y cuyas casas aguantaron porque eran de piedra de sillería, repartieron sus hábitos sobrantes entre la gente y así muchos vecinos deambulaban vestidos de frailes hasta que llegaron los refuerzos. La Diputación nombró a D.Zenon Gregorio de Sesma, con plenos poderes para organizar la vida allí, mandó gran cantidad de víveres de todas clases, pan, abadejo, huevos, harina, y ropas de vestir y de cama que pudo reunir, así como mil doblones, para gastos. Se sacaron del Arca de las Tres Llaves donde se guardaban los dineros públicos y que se salvó de la riada, 400 pesetas para los primeros gastos. D.Zenon organizó al personal en cuadrillas al mando de carpinteros y maestros albañiles. Como madera tenían la que querían se montaron dos equipos de serradores, uno en la Galeria y otro en el Prado y de los pueblos vecinos, de Lumbier, Liédena, Rocaforte, Aibar y Sos llegó personal para ayudar a los de Sanguesa. Así estuvieron en una actividad frenética todos días laborables y festivos hasta el 15 de diciembre que se registran los últimos pagos. Zenón dictó unas normas de obligado cumplimiento. Nombró en cada calle un mayoral auxiliado por un profesional carpintero o albañil y cada día se vigilaban las casas, hundiendo las que amenazaban ruina. Como seguía lloviendo hubo que habilitar cholas o chozas para la gente, en el foso de la muralla, en el Prado San Francisco y 25 en lo alto, en la Chola. La Diputación mandó una circular a todos los pueblos y Cendeas de Navarra para que ayudasen a Sangüesa. El Virrey al día siguiente de los hechos lo puso en conocimiento del Palacio Real de Madrid donde el Rey quedó muy apenado y el Conde de Campomanes, su secretario le contestó a vuelta de correo. Los ahogados más de 500, se enterraron en fosas comunes en el Olivar del Balate y en el Camino de Cantolagua.
Según el metereólogo de aquella fecha Francisco Javier Bariain de Eslava, el año 1787 fue muy atípico, pues llovió y mucho todos los meses del año y nevó en Mayo y Noviembre .El agua caída en el llano en la alta montaña del Pirineo fue nieve y una tormenta violenta la derritió al instante, produciendo la inundación que duró menos de tres horas y media y en Sangüesa el agua se elevó 38 pies navarros o sea 10 metros de altura. Como del piso del puente al agua del río hay 8 metros, la vista del observador hasta el monolito del Prado es la altura que llegaron las aguas, por encima de los primeros pisos de las casas.

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