jueves, 23 de junio de 2016

Honestidad 1827



D. Damian Los Arcos, Alcalde y Juez Ordinario
En lo Civil y Criminal de esta Ciudad de Sangüesa

Hace saber la mucha indecencia que causan los muchachos jóvenes que acuden a nadar al río, y expresiones torpes que profieren: siendo por lo mismo causa y motivo poner el remedio necesario y por todo ello ordena y manda S.S., que nadie nade
desde la esquina de Canto el Agua hasta el Portillo, como ni tampoco en la Acequia, por concurrir a ella las mujeres a lavar, bajo la pena de una peseta de multa y dos días de cárcel, entendiéndose lo referido tanto al que nada en los puestos que van prohibidos como al que vierta expresiones indecentes y otras de semejante naturaleza; Y para que llegue a noticia de todos y nadie alegue ignorancia se manda publicar.

Sangüesa a 3 de julio de1.827

Damián Los Arcos Con su mandato:
José Mª Oneca
Secretario


Todavía cuando yo era joven allá por el año 1940, los guardas cuando nos sorprendían en el río bañándonos desnudos, que era casi siempre (el bañador lo veíamos en el cine, en las películas mudas), nos multaban o nos obligaban a salir, pero no había cárcel. Eso sí, fuera del agua nos tapábamos las intimidades con la mano. Pura decencia. Las chicas cuando se metían en el río, hasta la rodilla y siempre solas, iban con un vestido viejo. Jamás vi yo nadar a una chica en sitios donde cubría el agua a pesar de que es muy caudaloso y abundan los sitios para hacerlo. A su paso por Sangüesa el Rio Aragón tiene unos cien metros de anchura. En cuanto a las palabras soeces, después de la guerra era muy raro oirlas.
En efecto y a pesar de que había agua corriente en las casas las piezas grandes, sábanas, mantas, etc. iban al rio a lavarlas, porque estaba acondicionado y tenían más comodidad que en las casas y las tendían en las eras o en el campo próximo. Por supuesto no había lavadoras.

El Bando que antecede se supone que se refiere a jóvenes desnudos que sería lo habitual, pues el trozo de rio en que prohibe bañarse supera los 400 o 500 metros, toda la largura de la muralla junto al rio , más el paseo de Cantolagua y la Acequia y en medio está el puente romano, observatorio perfecto para ver a los bañistas.
En aquellos tiempos ya existia la peseta en Navarra y era el sueldo diario de un peon.


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