Mi niñez
A punto de cumplir los 88 años, es natural de que me acuerde de mi infancia. Yo era súper travieso, siempre tenia heridas en las rodillas además de costras de otras heridas que me había hecho anteriormente. Siempre iba corriendo , a la escuela , a misa donde quiera que fuera, yo no sabía ir andando, siempre corriendo .Era el terror de las muchachas de servicio , así que me veían se apartaban , en cambio yo cada vez que veía a alguna determinada salía corriendo porque me guardaban el castigo de alguna fechoría que les había hecho. Eso si, en la calle del Horno ( mi calle) yo el chico de los recados porque en un verbo iba y venía. Pedrico , tráeme de casa la Poderosa medio litro de aceite y un cuarto de kilo de azúcar. El pago de los recados siempre era el mismo, ¡Dios te lo pagará!. Así que se prepare Dios cuando vaya a verle la factura que le voy a presentar.
Os cuento la más terrible odisea que me sucedió cuando tenía siete años. Había habido un partido de futbol entre los de Sangüesa y los de Sos del Rey Católico. Estos pobres habían perdido por 14 a 0. Al acabar el partido, se montaron los jugadores que pudieron en el Ford 8 de Perejil. Yo como de costumbre me agarré a la parrilla del portamaletas posterior y salí corriendo agarrado al coche. Cuando cogió velocidad perdí el equilibrio pero no me solté y el coche me arrastró. La carretera era de gravilla y cuando pasaba el coche a toda velocidad la gente gritaba al ver a un niño arrastras y el chofer creía que era por la derrota. Así me arrastró desde la Ermita de la Magdalena hasta la esquina de los Capuchinos, más de un kilómetro. Allí perdí el conocimiento y una prima mía en brazos me llevó hasta mi casa. Rápidamente vino el médico y con una pluma de gallo me fue sacando todas las piedras que tenia incrustada en la carne. Después con la misma pluma me roció de la cintura para debajo de tintura de yodo y así cada día venía a curarme. No sé el tiempo que me duraron las heridas, pero como no era mi día, la superé.
Pasados los años estaba en el barco correo viendo el amanecer de la Isla de Mallorca , con mi esposa y mis dos hijos y un matrimonio que también iba, la señora me preguntó de donde era, yo le dije que de Navarra, de Sangüesa, en qué calle vivía, le dije que en el Horno y al oír esto exclamó ¿ Tu eras el que te arrastró el coche?. ¡Tenía unas ganas de que te murieras!. Sin comentarios. ¡No era mi día!.
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