Este caso que me sucedió y os lo cuento, me llegó al alma al ver llorar a un empresario ante la impotencia que sentía por no poder despedir a dos de sus obreros que a pocas le tiran al suelo una industria de más de cien años de antigüedad y tan especial como eran las cocinas industriales, aptas para colegios, cuarteles, cárceles en fin para grandes usuarios. Me dijo que cuando recurrió a mi, lo hizo temblando porque sabía que el abogado de los obreros eran muy bueno y por la reacción que tendría.
Me contó, que en un asilo dependiente del Gobierno les colocó una gran cocina y él entonces agradecido le regaló al Ministro creo que era Sr. Arburúa un vasco gigantón , una cocina último modelo en agradecimiento por su intervención . Se la mandó con un empleado, el Ministro vivía en un primer piso , aquel subió y tocó el timbre de la puerta salió a abrir el Ministro en persona , preguntó que que era aquel envoltorio y al explicarle de que se trataba , montó en cólera y le pegó un empujón al pobre empleado que rodó escaleras abajo agarrado a su cocina. Todo quedó en una gran susto y para experiencia en lo sucesivo. Urgandarín no hubiera hecho lo mismo que aquel otro vasco.
Por este motivo , tenía tanto reparo en venir a verme a un Centro Oficial por si se llevaba algún desplante.
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